Sobre una blanca luz llamada estrella
duerme mi mujer, complacida,
enredando con sus cabellos mi viejo
pecho,
una jaula de aromas y nostalgias.
Duérmete mujer, duerme
que los sueños no son para el mañana,
son intemporales, no tienen
pasado ni presente,
ni tan siquiera un futuro.
Duermes ovillada
en el centro de toda mi mirada, ojos
adentro
al pozo del sopor,
del recuerdo de la madre
que en tu cuna te mecía.
Duermes en el centro
de todos mis anhelos, todos mis deseos,
todos mis secretos...,
enroscada como una gata,
agarrada a mi brazo.
Duerme, mujer. Duérmete,
y que no te pese más
la dejadez de tu infancia, ese dolor
entiérralo,
échalo a los canes.
Duérmete mujer, duerme.
Duerme, mi princesa, que yo
espantaré a los cuervos
del trigal de tu cuerpo arado,
sembrado,
y también honrado.
©
Guillem de Senent. Todos los derechos reservados. 05/06/2013
Hermoso, bello, cálido y extraordinario poema...
ResponderEliminarAl leerlo todo se convierte en notas delicadas.
Y su mensaje...su mensaje...ohhhhhhhhhhhhh
Elisheba
Muy bonito y poético con muchos sentimientos.
ResponderEliminarGracias por vuestras cálidas letras. Un beso.
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