Yo vengo de un silencio sepulcral
al punto de la revelación.
Me trae un viento con olor a ríos,
de nenúfares navegando al sol,
del lejano sonido del arpa,
donde planean los ángeles de claros
contornos,
donde la senectud no existe.
De aguas fecales me vistes alzar
cuando tu mano empuñó el candil,
dime, amor, si no es esa
la desnuda luz que me das,
dime, amor, si veo pasar
el azul del cielo ante mis ojos.
He volcado en un papel
sílabas huérfanas camino hacia el
olvido,
en él derramo los corazones
de amores pasados,
amores que desaparecían sin dejar
huellas
al surgimiento del alba.
Al compás de la música del carrillón
las decrépitas sombras desaparecen
y vuelvo a ser ave del presente,
de tu ahora y de tu alcoba,
donde tu boca descansa sobre mi boca,
donde las olas de las sábanas empiezan
y terminan
en el amanecer de tus senos.
Enciéndeme la noche,
llénamela de vida,
de textura y sabores,
de vorágine de experiencias,
de colores imposibles,
acrílicos prestados
a la deriva de la paleta de Dios.
Guillem de Senent ©
25/01/2014. Todos los derechos reservados